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México

De la lluvia al drenaje: ¿Por qué la CDMX se inunda, pero no tiene agua?

En lugar de aprovechar este recurso para recargar los mantos acuíferos y mitigar la crisis hídrica, la ciudad opta por deshacerse de él lo más rápido posible.

Calle inundada y Tinaco recolector de agua de lluvia.    Foto: Especial
Calle inundada y Tinaco recolector de agua de lluvia. Foto: Especial

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Por: Marco Delgadillo

CIUDAD DE MÉXICO. - Cada año, la temporada de lluvias transforma la Ciudad de México en un escenario de caos: calles inundadas, tráfico colapsado y viviendas en riesgo. Sin embargo, detrás de este desorden se esconde una paradoja alarmante: mientras la ciudad se sumerge bajo torrentes de agua, sus habitantes enfrentan una creciente crisis de escasez del vital líquido. ¿Cómo es posible que una urbe tan sedienta se inunde al mismo tiempo? La respuesta radica en una mala gestión del agua de lluvia, un recurso que podría ser la solución a muchos de sus problemas.


Un pasado olvidado: De lagos y ríos a drenajes y escasez

La Ciudad de México, construida sobre lo que fue el lago de Texcoco, ha sufrido transformaciones drásticas desde la época colonial. En un esfuerzo por evitar inundaciones, gran parte de los ríos que la cruzaban fueron entubados o desaparecidos. Este cambio en el paisaje natural ha provocado que el agua de lluvia ya no encuentre su camino hacia los mantos acuíferos, recursos subterráneos que, paradójicamente, son esenciales para el abastecimiento de agua potable de la ciudad. El resultado: el agua de lluvia se desvía rápidamente hacia el sistema de drenaje, perdiéndose, mientras que la ciudad sigue extrayendo más agua de la que puede reponer.

Actualmente, se extraen aproximadamente 1,100 millones de metros cúbicos de agua al año de los acuíferos, mientras que la recarga natural solo llega a los 600 millones. Este desequilibrio ha contribuido al hundimiento de la ciudad, con zonas que se desploman hasta 50 cm anualmente. La sobreexplotación de los acuíferos no solo amenaza el suministro de agua, sino que también agrava los problemas de infraestructura y calidad de vida en muchas áreas.

 


Las inundaciones: Un costoso desafío

Cada vez que se desatan lluvias torrenciales, las calles se convierten en ríos improvisados. Los sistemas de drenaje colapsan, provocando inundaciones en zonas vulnerables como Iztapalapa y Venustiano Carranza, donde se sufren también las mayores carencias de agua potable. El costo económico de estas inundaciones es enorme, ascendiendo a cientos de millones de pesos anuales. Pero el impacto no solo es económico; también se traduce en problemas de salud pública y daños a la infraestructura urbana.

Manuel Perló, urbanista de la UNAM, resume esta contradicción: “Al combatir el exceso de agua mediante su desalojo masivo, hemos creado la existencia de su escasez”. En lugar de aprovechar este recurso para recargar los mantos acuíferos y mitigar la crisis hídrica, la ciudad opta por deshacerse de él lo más rápido posible. Este ciclo no solo es insostenible, sino también perjudicial para el desarrollo a largo plazo.

 

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Hacia un futuro sostenible: Captación y gestión del agua de lluvia

Ante esta realidad, la solución parece obvia: es necesario replantear la manera en que manejamos el agua de lluvia en la Ciudad de México. Implementar sistemas de captación de agua de lluvia en hogares y edificios es una opción viable y efectiva. Estos sistemas permiten recolectar el agua para usos no potables, como el riego de jardines o la limpieza, aliviando la presión sobre el suministro de agua potable. En zonas urbanas densamente pobladas, esta práctica podría marcar una gran diferencia en la disponibilidad del agua.

Otra estrategia que ha ganado fuerza es la creación de infraestructura verde. Jardines, parques y techos verdes no solo embellecen la ciudad, sino que permiten que el agua se infiltre en el suelo, ayudando a la recarga de acuíferos y reduciendo el riesgo de inundaciones. Esta clase de infraestructura, además, contribuye a mitigar el efecto de isla de calor y promueve la biodiversidad.

La crisis del agua que enfrenta la capital es una oportunidad para transformar nuestra relación con este recurso vital. Es hora de actuar, de repensar el manejo del agua de lluvia y de construir una ciudad más sostenible para todos.

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