Ceguera de plantas
Y hoy quiero hablarles de una de esas cosas que por lo regular pasan desapercibidas en nuestro día a día.
SAN PEDRO GARZA GARCÍA, Nuevo León.- Hola qué tal, yo soy Carolina Hernández y este es Sin Esdrújulas, tu micro mini podcast en el que escribo cosas que luego leo para no pasar desapercibida.
Y hoy quiero hablarles de una de esas cosas que por lo regular pasan desapercibidas en nuestro día a día.
Se llama golondrina y no la noté hasta que me descubrí queriendo arrancarla.
Es una hierba en mi jardín.
Leí que generalmente crece postrada y tiene tallos de color púrpura. Esta debe ser una versión rebelde porque creció de pie.
Tiene unas diminutas flores que se agrupan al final de la hoja y sus frutos son unas cápsulas pequeñas con tres semillas.
Crece en terrenos de cultivos abandonados, a la orilla de caminos, o como esta, de polizonte, en algunos jardines.
Es pariente de las margaritas, pero no es tan llamativa. Nadie regala golondrinas en los cumpleaños (pd. no regalen margaritas tampoco, normalicemos no regalar flores muertas). También es de la misma familia que las nochebuenas, pero está lejos de ser el simbolo de la navidad.
Si algo simboliza la golondrina es algo que en 1999 los botánicos James H. Wandersee y Elisabeth Schussler bautizaron como “ceguera a las plantas”.
Porque a pesar que esta hierba sobrevive con extremo mérito a mi desdén, su esfuerzo y su resistencia han pasado desapercibidos.
La ceguera a las plantas es descrita como el fenómeno por el cual la sociedad occidental (especialmente los habitantes de las ciudades) obviamos las plantas a pesar de su rol fundamental en la existencia y sobrevivencia de la vida.
El estudio de James y Elisabeth evidenció el enorme desconocimiento y la falta de apreciación que exite, en general, hacia el mundo vegetal.
Y ponían como ejemplo que cuando vamos a dar un paseo por el bosque o en el campo, es común que si nos preguntan ¿qué vimos? digamos nada, en relación a que no vimos ningún animal salvaje.
Cuando vemos algo generalmente es un pájaro raro o un venado o un coyote o un tlacuache… pero nunca “una matita”.
Los científicos coinciden en que el origen de la ceguera a las plantas tiene que ver por un lado con factores biológicos y, por otro, con factores socioculturales.
Explican que cuando vemos algo, nuestro cerebro hace, primero, un registro rápido de le escena y luego, hace un análisis más profundo, centrándose en los elementos que sobresalen del contexto.
Es decir, si vemos un espacio lleno de matorrales y nada más que matorrales, básicamente vemos una escena monocromática verde… entonces, como no existe un elemento destacado, nuestro sistema visual no envía información al cerebro.
Socioculturalmente el asunto es, según los biólogos, que nuestros ancestros tuvieron que fijarse más en los animales porque los animales eran comida o posibles depredadores. Entonces, evolutivamente, pusimos a la plantas en segundo término.
Y pues no hemos evolucionado tanto, si te pido nombres 10 animales seguro los dirás en chinga, pero si te pido nombrar 10 plantas, muy probablemente batallarás mucho más.
Hazlo si quieres y desmiente a la ciencia… porque yo solo estoy citando a la ciencia, esto son datos no emociones.
Lo que sí son emociones fue lo mucho que me puso a reflexionar este asunto de mi golondrina olvidada y me propuse remediar eso conociendo más sobre ella.
Así, me enteré que es buena para curar trastornos digestivos como diarrea, empacho, calor en el intestino.
También supe que es auxliar en el bien llamado “mal de boca”, sí cuando te huele a muerto bajo el puente.
Y supe, que en Yucatán se le utiliza contra el mal de ojo, macerando las hojas con orina.
Si eres de Yucatán por favor me urge que confirmes esto.
Pero más allá de eso, mi golondrina, humilde y discreta es una ejemplo de la obstinación, de ese punk de plantitas del que hablamos mucho.
Porque ha logrado, en silencio y sin protagonismo, adaptarse y sobrevivir. Ha conquistado, sin carnaval ni corparsa, el espacio que ha querido. Así que hoy, les invito a curarse de la ceguera de plantas, porque -sépanlo bien- que no hay futuro sostenible para quienes invisibilizamos la importancia de todo esto verde que nos rodea.