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Historia y transformación del Palacio de Bellas Artes antes Teatro Nacional

Se cumplen 90 años de esta majestuosa obra, icono de arte y cultura en la capital mexicana, rediseñada por mexicanos.

Por: Araceli Bernal

CIUDAD DE MÉXICO.- El Palacio de Bellas Artes es símbolo de arte y cultura no solo de la Ciudad de México, sino de todo el país, una arquitectura hecha de mármol que por años ha sido el icono de belleza en el centro de la capital y una gran referencia de nacionales y extranjeros. 

Esta icónica obra cumple 90 años de apertura, después de tres décadas de su construcción.

¿Con qué finalidad se construyó?

A principios del siglo XX, la casta de sangre azul buscó un centro de esparcimiento que reflejara su exclusividad y distinción. Fue así como el italiano Boari proyectó un Teatro Nacional, una obra gigantesca en cantidad pero empobrecida y despreciable en su esencia espiritual.

Sin embargo, la pretenciosa intención de la élite mexicana de tener un espacio exclusivo para sus eventos culturales y sociales fue efímera. La Revolución Mexicana estalló y sepultó las aspiraciones snobs de la casta privilegiada, pausando las obras del Teatro Nacional.

Mientras la población privilegiada huía hacia fronteras más amigables con su estatus, el Teatro Nacional quedó como un recordatorio de la brecha entre las clases sociales en México. 

La Revolución Mexicana marcó el fin de una era de opulencia y elitismo, y el comienzo de una nueva etapa en la que la sociedad mexicana que luchaba por la justicia y la igualdad para todos sus ciudadanos.

El Palacio de Bellas Artes, ícono de la Revolución Mexicana, ha sido testigo de grandes transformaciones a lo largo de las décadas. En una reciente discusión sobre las obras que lo convirtieron en un símbolo de la revolución, se destacó la importancia de dar publicidad a los involucrados en su construcción

Es importante recordar la importancia histórica de Bellas Artes en el contexto de la Revolución Mexicana y cómo ha sido un reflejo de los cambios y transformaciones de la sociedad mexicana. A lo largo de los años, ha sido escenario de grandes eventos culturales y ha albergado a artistas de renombre.

Llegaron los arquitectos mexicanos

En 1932, el entonces secretario de Hacienda y Crédito Público, Alberto J. Pani, decidió retomar el proyecto del Teatro Nacional y transformarlo en un verdadero símbolo de la cultura mexicana.

Para llevar a cabo esta ambiciosa tarea, Pani contrató a los mejores constructores mexicanos, entre ellos el arquitecto Federico E. Mariscal y su asistente José Gorbea Trueba. Juntos, se propusieron aprovechar al máximo los recursos disponibles, incluso empleando los escombros de la estructura anterior para la construcción del nuevo edificio.


Mariscal y Gorbea revelaron que su objetivo no solo era modernizar las instalaciones, sino también acercar el uso del Palacio de Bellas Artes a toda la población. Por ello, se aseguraron de que todas las facilidades del recinto fueran iguales para todos, sin privilegios ni distinciones.

Hoy en día, el Palacio de Bellas Artes sigue siendo un punto de referencia cultural en México, acogiendo eventos de música, danza, teatro y exposiciones artísticas. Su arquitectura única y su historia de superación y transformación lo convierten en un verdadero tesoro nacional que todos los mexicanos pueden disfrutar por igual.

Como parte del rediseño se nombra a Daniel del Valle, Alfonso Jiménez y José Ignacio Ruíz, quienes contribuyeron de manera significativa a la decoración y transformación del antes llamado Teatro Nacional. Como parte de la Academia de San Carlos realizaron algunas decoraciones pictóricas en el Palacio, destacando su talento y creatividad en cada detalle. Por otra parte, Alfonso Jiménez, experto en el uso de la madera, supervisó el acabado en baños y salas de exhibición, utilizando materiales de Chiapas y Tabasco.


José Ignacio Ruíz, autor de vitrales del recinto, contribuyó a realzar la belleza de los mármoles rosados a través de amplios ventanales compuestos por ricos colores. Su labor fue fundamental en la transformación del Palacio de Bellas Artes, añadiendo un toque de elegancia y sofisticación al espacio.

La colaboración de estos talentosos artistas mexicanos fue fundamental para embellecer y enriquecer el patrimonio cultural del Palacio de Bellas Artes, resaltando la importancia del arte y la creatividad en la preservación de nuestra historia y tradiciones.