Despiden con dolor a la familia que murió en el incendio de su casa en Morelia
Los familiares y amigos, pero también la comunidad acompañaron a los dolientes de esa tragedia.
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MORELIA, Michoacán.- A las 2 de la mañana colocaron por fin los 7 ataúdes de la familia que murió cuando su casa se incendió, en la sala principal de la funeraria Martínez en Morelia, Michoacán.
Ya habían pasado 2 noches sin que fueran entregados para sus funerales y sepultura. Las autoridades de la fiscalía michoacana dijeron que la identificación fue tardada, debido al lamentable estado en que quedaron los cuerpos de las víctimas, que complicaba su plena identificación legal y la expedición de los certificados de defunción.
Pero finalmente la carroza con los cuerpos llegó y los prepararon para su velación. Afuera, decenas de personas los acompañaban, fueron muchos quienes llevaron comida, agua, café y hasta atole para repartir entre los presentes.
Al amanecer muchos de los asistentes se habían ido a descansar y unas 30 personas permanecían en compañía de los féretros. Ahí conocimos a Luz María Rodríguez, una de las hijas de doña Griselda. Aceptó hablar con POSTA CDMX para contarnos la difícil situación que están viviendo.
Unas horas antes del mortal incendio se reunió con su familia para planear la fiesta que ya no ocurrirá. El festejo de doña Griselda, por el Día de las madres. AhÍ les pidió que le hicieran su infaltable mole de guajolote y frijoles. Pero, más que la comida, les pido que todos estuvieran presentes. Luz María se resiste a aceptar que ese fuera un presagio, porque hoy había muchas más personas reunidas en torno al recuerdo de esa mujer y sus nietos, pero para despedirla de esta vida.
Agradeció todas las muestras de apoyo, de quienes conoce y de quienes no. Vio tanto amor volcado hacia ellos, que en medio de la entrevista hasta sonrió un poco por ese cariño que sintió.
Agradezco también que hay gente que no conocemos, que de verdad tenemos un apoyo tan grande, porque es muy feo estar allá adentro, ver tanta cajita de tanto niño y mi madre, pero de verdad les agradezco mucho.
Entre esas personas estaba Franco, un vecino de otra colonia, quien no la conocía, pero que dio al menos 6 vueltas a su casa, trajo atole, tamales, pan y hasta tortas, lo hizo porque sintió ese llamado a la solidaridad que despertó la tragedia.
Pero las horas pasaron y llegó el mediodía. Con él también llegó un sacerdote a oficiar una misa, le pregunté por lo que sentía por esa tragedia y me dijo que era el momento que debía confortarlos. Me dijo que era un reto importante pararse frente a 7 ataúdes sin sentir que se quebraba por dentro. Pero lo consideró su deber, para ayudar a los dolientes.
Luego a 40 grados de temperatura, comenzaron a subir los ataúdes a las 3 carrozas que los llevarían al panteón. La gente buscaba refugio al implacable sol bajo los arboles, pero nadie se iba. Pasaron 30 minutos más y comenzaron el recorrido por el precioso centro de Morelia. A su paso la gente que se percató del cortejo solo se detenía a ver su paso. Inmóviles solo mostraban su respeto y así se fueron alejando hasta llegar al panteón “del vergel”, donde ya los esperaban.
Ahí músicos trataban de acallar las lágrimas, el dolor y el llanto con canciones que a todos nos erizaban la piel.
“Te vas ángel mío”, “Mi cariñito” y otras más hicieron muy difícil la despedida, incluso ya habiendo puestos los ataúdes en las gavetas, muchos se quedaron alrededor de ellas solo viéndolas, platicando, abrazándose y tomando cervezas que sin disimular, llevaron al funeral.
Poco a poco se retiraron del sitio, que se llenó de autos y camiones que acompañaron el cortejo. Y siguieron con su vida, vida que no será la misma sin esa familia que desapareció literalmente, por causas que aun son investigadas.